sábado, 5 de diciembre de 2009

La Malinche, mujer "chingada"



   













      En general, la figura de La Malinche en la historia mexicana ejemplifica muy bien lo que es el periodo de conquista y colonia. Originalmente se constituye como una de las esclavas sexuales/prisioneras de los españoles, para después convertirse en la traductora y posteriormente madre del hijo de Hernán Cortés. La Malinche tuvo una relación con los españoles primero de violencia y violación pero después de atracción y entendimiento, lo que resulta muy parecido a la relación de la conquista y luego la colonia, en donde somos conquistados violentamente, hechos esclavos, para después resultar atraídos a la religión católica hasta llegar a hacerla parte misma de nuestra identidad.
     Ya mencionamos la visión de la traición, el concepto de la “malinche” propiamente tal. Ahora nos corresponde enfocar esa otra imagen de Marina, que también ha calado hondo en la visión y autoconcepción de la identidad mexicana, nos referimos a la imagen de mujer violada, Marina como “La Chingada”.
    Un texto escrito por Octavio Paz en El Laberinto de la Soledad, titulado Los hijos de la Malinche, libro de ensayos sobre la condición latinoamericana, hace referencia a la carga de la violación o “lo chingado” y al impacto, conciente o inconciente, que ésta ha generado en el ser o, según Paz, “no ser” del mexicano.

    Una vez desprendidos del vientre materno, hemos de andar por nosotros mismos y enfrentar la soledad. La experiencia de dicho proceso está íntimamente ligada a la relación vivida en el origen, en la madre. Según Octavio Paz, “la cuestión del origen es el centro secreto de todas nuestras preocupaciones y angustias.” (Paz) Si trasladamos este proceso en forma analógica a lo que fue la gestación de las republicas latinoamericanas, se hace necesario ir aún más atrás, a la escena desgarradora del primer encuentro americano y europeo. Escenas violentas se desprenden de ambas visiones. El impacto del europeo al presenciar los sangrientos sacrificios humanos, la visión del americano como un “otro” diabólico e inhumano, imágenes reales grabadas en su retina como si se tratasen del mismo infierno en la tierra. El miedo y la desconfianza hacia ese “otro” abusivo de parte de los autóctonos al ser víctimas de la violencia masculina y la usurpación y profanación de sus símbolos sagrados y sus mujeres (que si bien habían sido entregadas en un principio como ofrendas, luego son secuestradas), las cuales eran respetadas debido a su particularidad esencial de ser las madres “dadoras de vida”, el tomarlas como objeto y poseerlas, hubo de ser una grave ofensa que desatara la rebelión y la guerra. 

     La madre violada, mujer poseída, violentada, desgarrada, rajada. Ella habrá de ser el arquetipo de la madre del mestizo. Un origen indeseado, maldito, abusivo. Un hijo culpable de haber nacido, doliente de una herida ajena, que siente suya y le quema constantemente -tanto así que ya casi ni la siente-; es el sujeto mestizo, el condenado a vivir rodeado de fantasmas que el mismo se imprecó a modo de castigo e impotencia por el abandono de su padre y la debilidad y pasividad de su madre que se deja chingar. Marina representa a las indias, fascinadas, violadas y seducidas por los españoles. Y del mismo modo que e1 niño no perdona a su madre que lo abandone para ir en busca de su padre, el pueblo mexicano no perdona su traición a la Malinche
    “Lo chingado es lo pasivo, lo inerte y abierto, por oposición a lo que chinga, que es activo, agresivo y cerrado. El chingón es el macho, el que abre. La chingada, la hembra la pasividad pura, inerme ante el exterior.” (Paz) Se trata de una relación violenta, donde el poder del primero desgarra las carnes de lo segundo chingado frente a su pasividad extrema. “La idea de violación rige oscuramente todos los significados. La dialéctica de “lo cerrado” y “lo abierto” se cumple así con precisión casi feroz,” nos dice Octavio Paz.
      El verbo chingar indica el triunfo del poderoso, del macho, de lo fuerte y cerrado por sobre lo abierto que se entrega y abre aún más hasta desgarrarse. Queda una herida abierta generada por dicha violación. Es lo que finalmente sucedió en nuestra historia. El español se impone y arrasa con lo indígena hasta su desaparición, y no sólo de un modo físico sino también cultural. Como consecuencia queda un fruto que se percibe como “podrido”, un sujeto mestizo que no se reconoce a sí mismo, ni quiere volver a ese momento del trauma para superar el dolor de aquella herida anestesiada secretamente.
     ¿Quién es la chingada?, es una figura mítica que materializa a la madre que ha sufrido, ya sea en forma simbólica o verdadera, la agresión denigrante contenida en el verbo que le da nombre. La chingada, es la madre abierta, violada o burlada por la fuerza del rapto. Se le asocia con la figura de Marina (La Malinche en su visión de la traidora), víctima de la traición de Cortés, el conquistador, quien la utiliza como mediadora entre los aztecas y los españoles. Los dos mundos la condenan, Marina se percibe como mujer instrumento, que vive en constante desarraigo, sin un lugar propio está condenada a vagar como un “sujeto en tránsito” en un eterno exilio.

     El “hijo de la Chingada” es el engendro de la violación, del rapto o de la burla. Si se compara esta expresión con la española, “hijo de puta”, se advierte inmediatamente la diferencia. Para el español la deshonra consiste en ser hijo de una mujer que voluntariamente se entrega, una prostituta; para el mexicano, en ser fruto de una violación (Paz).

     El ser hijo de una violación, queda en las profundidades psíquicas del ser mexicano. Como dice Paz, el mexicano se “ningunea”, se mira en menos, no se atreve a ser, se esconde en su “máscara” que proyecta ese modo de ser enigmático y misterioso, y no sólo ante los extraños, sino ante los mexicanos mismos.  
      "La desconfianza, el disimulo, la reserva cortés que cierra el paso al extraño, la ironía, todas, en fin, las oscilaciones psíquicas con que al eludir la mirada ajena nos eludimos a nosotros mismos, son rasgos de gente dominada, que teme y finge frente al señor. Es revelador que nuestra intimidad jamás aflore de manera natural, sin el acicate de la fiesta, el alcohol o la muerte. Esclavos, siervos y razas sometidas se presenta —siempre recubiertos por una máscara, sonriente o adusta. Y únicamente a solas, en los grandes momentos, se atreven a manifestarse tal como son. Todas sus relaciones están envenenadas por el miedo y el recelo. Miedo al señor, recelo ante sus iguales. Cada uno observa al otro, porque cada compañero puede ser también un traidor. Para salir de sí mismo el siervo necesita saltar barreras, embriagarse, olvidar su condición. Vivir a solas, sin testigos. Solamente en la soledad se atreve a ser.
Y en un mundo de chingones, de relaciones duras, presididas por la violencia y el recelo, en el que nadie se abre ni se raja y todos quieren chingar. Lo único que vale es la hombría, el valor personal, capaz de imponerse". (Paz)

     ¿Cómo entonces el mexicano puede encontrarse si mismo si se esconde constantemente en una máscara? ¿Cómo pensar en una identidad verdadera y no una falsa proyección en un disfraz de sí mismo? Probablemente la respuesta está en la aceptación de quien se es, que el mexicano acepte y enfrente el dolor de esa herida de sentirse el hijo de una violación, entender las razones de dicha herida emocional para poder subsanarla y trascender ese sentimiento de inferioridad y soledad que tanto lo aprisiona hasta el punto de no permitirse ser. 

      “La historia, que no nos podía decir nada sobre la naturaleza de nuestros sentimientos y de nuestros conflictos, si nos puede mostrar ahora cómo se realizó la ruptura y cuáles han sido nuestras tentativas para trascender la soledad.” (Paz).

sábado, 28 de noviembre de 2009

Cultura popular

     Mas allá de la academia, de cátedras a puertas cerradas, libros y hombres instruidos, existía (y tal vez aún existe) un mundo de conocimiento paralelo que -pese a no estar escrito en papel, ni totalmente reconocido por la cultura oficial- integraba el saber cotidiano de gran parte de la población chilena. Me refiero a la cultura tradicional o también llamada cultura popular, no surgida por imposición ni por fuerza de las instituciones, sino en forma espontánea por la autenticidad de la costumbre y la tradición del pueblo chileno. Adivinanzas, juegos, cuentos, refranes, leyendas, romances, poesías en décimas -el canto a lo poeta y el canto a la divino-, las hierbas medicinales, los llamados “secretos” de la abuela, se entremezclaban en nuestras vidas con tanta naturalidad que apenas nos dábamos cuenta de su presencia. Hoy por hoy ya no es tan así, pero algo aún queda, pese al frenético ritmo de vida del hombre citadino moderno. 

lunes, 19 de octubre de 2009

Caracola



"Espiral de caracola
gira y gira nuestra vida
y tal cual gran remolino
todo vuelve a la partida"

Dolor por despedida




"Pal dolor de cabecita 
yo te ofrezco un buen remedio
un respiro bien profundo
mil sonrisas entremedio" 

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